Es hora de dejar de trazar lineas en la arena

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MERYCOHEN
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Es hora de dejar de trazar lineas en la arena

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Es hora de dejar de trazar lineas en la arena

¿Hasta qué punto seguiremos al Señor? Como cristianos, es demasiado fácil
decir que 'hasta el final'. La Historia nos cuenta que pocos, si es que hubo
alguno, llegan hasta el fin de la carrera. Y aun así, aunque nos guste
pensar que somos más fieles que los demás, deberíamos preguntarnos ¿cuál es
la realidad de nuestros corazones? ¿Dónde está nuestra línea de demarcación?
¿Dónde está el punto en que digamos ya basta, no estoy dispuesto a pagar un
precio más alto para obtener algo que no puedo entender? Todos hemos oído
decir que 'Todo hombre tiene su precio'. Pero, ¿qué precio es demasiado
elevado para que lo paguemos? Esta línea varía para cada uno de nosotros.
Pero para poder seguir de lleno al Señor, debemos descubrir que realmente
hay una línea, y saber dónde está en comparación con la de Él.


EL VIAJE

Cuando Colón navegó hacia lo que hoy en día es América, algunos creían que
la tierra era plana. El temor más común era que llegaría un punto en que se
caerían del borde del planeta. Cada persona tenía un nivel distinto de
temor. Para algunos, la visión de una nueva tierra era una idea indefinida
en la que no se podía confiar. Si cada uno de ellos hubiera tenido la
oportunidad de volver atrás, la pregunta sería '¿Dónde hubiera esto
ocurrido?' Si hubieran estado en un tren en lugar de en un barco, seguro que
muchos marineros se hubieran ausentado sin permiso por la noche. El punto de
partida llega cuando cada uno alcanza los límites de su fe. Una vez que
llegamos hasta la plenitud de lo que creemos posible, empiezan a crecer en
nosotros las ansias por salir de ahí. Esto ocurre en toda gran y peligrosa
aventura. Ciertamente se aplica a la huida de los hebreos de Egipto en busca
de la famosa 'tierra prometida'.

Aunque salieron en unidad, había muchos corazones y diversas expectativas.
La escritura nos dice que fue un grupo mezclado el que salió. Esta es una
descripción correcta de la vasta diversidad entre ellos. Aunque cada uno de
ellos había oído lo que Moisés prometió, no todos creyeron. Les llamaron la
atención las señales de poder que se le mostraron a Moisés, pero pocos de
ellos estaban realmente convencidos. La promesa era como una línea muy
lejana dibujada en la arena, y no todos la podían ver, y tampoco podían
todos los corazones llegar hasta ahí. Las generaciones de esperanzas
frustradas les habían dejado con una fe de huecas tradiciones. Aunque
hablaban de libertad, en lo profundo de sus corazones se habían resignado a
una esclavitud perpetua. Aun así, a la hora de irse, todos salieron de
Egipto bajo el pretexto de tener la misma visión.


LA CONSIDERACIÓN DEL PRECIO

En realidad ellos debían haber considerado el precio antes de salir, pero
uno no hace planes para aquello que no tiene la intención de realizar. De
este modo, a escondidas de los ojos del hombre, en los lugares secretos del
corazón, algo faltaba. En este lugar carente de fe, la visión no puede
arraigarse. Las dudas no se expresan, pero viven escondidas de todo
escrutinio. Como la mayoría de nosotros, los contemporáneos de Moisés
ignoraban su propia falta de fe. La incredulidad sólo sale a la luz después
de que lleguemos hasta el límite de nuestra capacidad para creer. Hasta
entonces, nos expresamos como si estuviéramos dispuestos a viajar hasta el
final, pero en algún momento se trazan las líneas y se definen las
fronteras.

Por supuesto que estos límites no son algo que se tenga en cuanta hasta que
nuestro caminar nos lleve a ellos. Sólo entonces comenzarán a ser un factor
a considerar. No empezamos a sentirnos incómodos hasta que nos acercamos a
ellos. De pronto nos sobrecoge una sensación de ansiedad y un deseo de
seguridad. Tal vez no sepamos siquiera como expresar el problema, ya que
desconocemos el estado de nuestro corazón. Estos son temas del corazón, y no
de la mente. Aun así, de pronto nos sentimos inquietos, inestables e
inseguros. Después de toda la retórica de 'llegar hasta el final', la verdad
es que no sabíamos que el viaje nos iba a conducir tan lejos.

Este es el momento en que nos convertimos en un lastre para la visión
conjunta. Cambiamos de manera invisible, y en lugar de ser alguien que va en
pos de la visión, empezamos a darle largas al asunto. Aunque nuestro
problema es una falta de fe, señalamos convenientemente hacia problemas
fingidos para justificar nuestros recelos. Entonces aparecen la murmuración
y la queja, atributos inconfundibles de la incredulidad (Hebreos 3:7-19).
Cuando dejamos de creer, comenzamos a buscar razones tangibles para salir de
apuros. En verdad los pequeños problemas se convierten ahora en excusa para
la tensión que sentimos por haber ido más allá de lo que habíamos creído
posible o simplemente por haber avanzado más allá de nuestro entendimiento.


LAS LÃ
QUE LA PAZ DEL SEN-R SEA CON USTEDES,ESPERANDO QUE SUS VIDAS SE EDIFIQUEN CON LOS APORTES Y SEAN BENDECIDOS EN EL NOMBRE DE NUESTRO REY Y SALVADOR.
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