La «religión» de Jabes

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Cumba
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La «religión» de Jabes

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La «religión» de Jabes

por Eliseo y Ana María Vila

¡Poco podía imaginar aquel esforzado y fiel israelita, llegar un día a ser tan famoso en un mundo futuro por él desconocido! Y menos aún que sus palabras, simples y espontáneas, invocando el favor de Dios, se convirtieran con el tiempo en una fórmula mágica con la que miles de personas de buena fe tratarían de canalizar a su favor el poder de la divinidad. Lejos estuvo el bueno de Jabes de soñar que cuatro milenios después de su muerte, en países y tierras ignotas, miles de seres humanos, con un extraño recipiente en la mano decorado con su nombre y repleto de un extraño líquido negro llamado "café", repetirían su oración como un "mantra", confiados de que al hacerlo Dios les concedería inequívocamente sus peticiones. O que la palabra "Jabes", transformada en talismán, sería impresa y estampada no tan sólo en millones de libros, sino también en colgantes, pulseras, llaveros, camisetas, calcetines y multitud de objetos extraños de cuya existencia el propio Jabes no tuvo en vida el menor conocimiento.

Y es que aquel esforzado y fiel israelita, aunque acostumbrado, como leal seguidor de la religión de Moisés, a los grandes milagros de Dios en el Jordán, en Jericó o en el desierto, poco podía imaginar la magnitud de los actuales milagros de esa nuevo dios del siglo XXI que conocemos con el nombre de "consumo".

Porque no deja de ser un milagro que justo ahora, al cabo de veinte siglos de cristianismo, en los albores del tercer milenio, hayamos descubierto la "piedra filosofal" de la Escritura, el "secreto oculto" de la Revelación de Dios, que consiste, según nos dicen expertos vendedores, en "una pequeña pero poderosa oración" que encontramos en 1ª Crónicas 4: 9 y 10, –oración, no obstante, que no forma parte de las palabras de Jesús en sus numerosas referencias al Antiguo Testamento, que pasó desapercibida por los apóstoles y por los escritores cristianos de la Iglesia Primitiva, que tampoco llamó la atención a ninguno de los místicos del siglo XVI, y que Lutero, Calvino, y demás Reformadores, expositores y comentaristas incluidos hasta el día de hoy, pasaron por alto-, pero que, en cambio, los actuales "gurúes" del "marketing cristiano" pretenden vendernos como muleta indispensable si queremos que la voluntad del Dios Soberano, convertida en una especie de "lámpara de Aladino", acceda a nuestros deseos y antojos.

En consecuencia, las paredes de nuestros hogares ya no se decoran con el Padrenuestro o el Salmo 23: ahora lucen la Oración de Jabes. Nuestros jóvenes visten camisetas, colgantes y brazaletes proclamando el poder de Jabes. Nuestros niños, convencidos de aprobar con ello los exámenes, se duermen pacíficamente leyendo la versión infantil del Libro de Jabes. En nuestras librerías hay docenas de artículos con el nombre de Jabes. Y uno se pregunta ya si por este camino, dentro de poco, el Nombre que es y ha de ser sobre todo nombre (Fil. 2:9) no acabará eclipsado y sustituido por el de Jabes.

No está en nuestro ánimo responsabilizar al autor del libro, del cual tenemos buenas referencias y sea quizás el primer sorprendido por todo este montaje publicitario -aunque "somos humanos" y, en vista del éxito obtenido, nos deleita ya con un segundo libro Secretos de la Vid (y los que seguirán...)-, ni tampoco acusar a la casa editora que lo ha publicado, que –como es costumbre– no ha hecho más que seguir los gustos del mercado y los éxitos editoriales en su país. Pero cuando en la revista promocional de una editorial cristiana se nos asegura que miles de personas gracias a que están orando la Oración de Jabes están viendo el favor y protección de Dios en sus vidas, o se nos recomienda, con más o menos inocencia, comprar el libro –¡como no!–, repetir la Oración de Jabes durante 30 días y adquirir otro ejemplar para regalárselo un amigo, como fórmula infalible que garantiza la bendición divina, a los nacidos y educados en un país latino, católico y romano –que de pequeños en la escuela nos imponían de castigo repetir 30 avemarías, y de mayores recibimos a veces las famosas "cartas-cadena" donde nos prometen las mayores bendiciones o nos amenazan con las peores desgracias a menos que recemos durante 30 días la oración de alguna virgen o santo y mandemos copia de la carta a un amigo para que haga lo mismo–, se nos ponen los pelos de punta.

Es hora de reflexionar y entablar un debate sosegado, serio y clarificador sobre cuáles son nuestros objetivos y cuál es nuestra misión como editores y libreros cristianos: ¿Publicar y promocionar aquello que el mercado demanda para colmar sus deseos, o poner más bien en manos del pueblo de Dios aquello que realmente necesita para su instrucción y crecimiento espiritual? ¿Mover libros o formar creyentes?

Nuestra sociedad consumista ha dejado el camino seguro de la razón para instalarse en el limbo de la emoción. Quiere privilegios sin obligaciones, derechos sin deberes, garantías sin compromiso. La gente no busca formación para abrirse paso en la vida, busca mantras que le resuelvan los problemas; no quiere herramientas para trabajar, quiere fórmulas mágicas que le garanticen placer sin sacrificio y resultados sin esfuerzo. En este escenario, no es de extrañar que la Oración de Jabes, una petición sin contrapartidas, tenga más éxito que el Padrenuestro, donde únicamente se perdona a los que se comprometen y se muestran dispuestos a perdonar.

Vivimos en un mundo dirigido por una economía de mercado: que escucha música de mercado, ve cine de mercado y come cocina de mercado. Y es natural que las empresas se esfuercen en proporcionar al mercado todo lo que pida, aunque a veces resulte perjudicial o sea una falacia. ¿Qué haremos nosotros con la literatura cristiana? ¿Seguir la misma tendencia? De hacerlo, podríamos, sin darnos cuenta, estar dando vida y aliento a una nueva forma de espiritualidad, una nueva teología, una nueva religión "de mercado" que, por darle algún nombre, bien podríamos denominar la Religión de Jabes.

http://www.clie.es/?page=shop/revista_a ... ticle_id=1
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